En cierta manera, todo cristiano –todo ser humano– es un místico desde el momento en que se interesa por el misterio de su vida, y de su vida en Cristo. Contrariamente a la idea según la cual sería necesario reservar este género de literatura a algunos monjes, religiosos o sacerdotes versados en la mística, pensamos que hoy, para mantenerse creyentes en el mundo, los cristianos –sin distinción– tienen necesidad de saciar su sed en las fuentes de la tradición espiritual. La lectura de estas páginas permite apreciar la profunda búsqueda que, para Christian de Chergé –monje cisterciense asesinado en Argel en 1996–, significa la fe, al mismo tiempo que su sincera apertura de corazón a los hermanos.