Un día, después de un almuerzo en la Curia, donde cada año me invitaba dos veces para que le informara detalladamente sobre la evolución del Centro Aletti, el padre General de entonces, P. Peter-Hans Kolvenbach, me dijo: “Un día deberá escribir un libro sobre su padre espiritual, el P. Spidlik. Pero, al escribir sobre el P. Spidlik, atento, no debe ser una biografía clásica, una lista de datos y de “dichos célebres” del padre. La enseñanza del padre se lee en lo que sucede en el hijo. Se habla del padre confesándose y, confesándose, se manifiesta la paternidad y la filiación en su más auténtica identidad”.