Gracias a Shakespeare, la muerte de Julio César es el asesinato más famoso de la historia. Pero lo que sucedió realmente en los Idus de Marzo del 44 a. C., es aún más fascinante que la recreación del dramaturgo inglés. Como afirma el autor, Barry Strauss, el atentado contra Julio César fue una operación cuidadosamente planeada. Un complot de mandatarios concebido por oficiales descontentos y diseñado con precisión. Incluso había gladiadores preparados para proteger a los asesinos de la venganza de los amigos de César. Bruto y Casio fueron elementos clave, como sostiene Shakespeare, pero contaron con la ayuda de un tercer hombre, Décimo, un topo del entorno de César, uno de los principales generales y amigo de toda la vida del dictador. Fue él, y no Bruto, quien le traicionó de verdad. Los conspiradores consideraban a César un tirano que deseaba ser rey. Amenazaba con un cambio en el modo de vida romano y con disminuir el poder de los senadores. Los magnicidas acopiaron apoyo entre la gente común, pero escatimaron el de los soldados de César, que abundaban en Roma y terminaron venciendo a los asesinos. Como consecuencia, la República Romana se convirtió en el Imperio Romano.