La corrupción es un fenómeno generalizado, que sufren tanto los países ricos de Occidente, como las zonas más desfavorecidas del planeta, siendo una de las principales causas de la pobreza y subdesarrollo. Precisamente por esta capacidad de envenenar la convivencia civil, la Iglesia ha estado librando una batalla contra ella durante mucho tiempo y el Papa Francisco la ha condenado severamente. El Cardenal Peter Turkson preside el Departamento de Desarrollo Humano Integral, que vela por los más desfavorecidos. En estas páginas afronta este gravísimo problema de la corrupción, enmarcándolo desde la perspectiva de la Iglesia, mucho más amplia y universal que la limitada a la mala gestión política y económica. La corrupción impide a la persona progresar espiritualmente, provocando una sociedad más injusta. Por esta razón, la lucha contra la corrupción no puede limitarse a las leyes, sino que debe apuntar al desarrollo de una cultura que contenga anticuerpos contra una enfermedad a la que todos estamos expuestos, especialmente cuando estamos en condiciones de ejercer cualquier forma de poder. Porque a la corrupción nadie es inmune, ni siquiera la Iglesia. El cardenal PETER K. A. TURKSON ha sido Arzobispo de Cape Coast y Presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana. En 2009, tras intervenir como relator en el II Sínodo de los Obispos para África, Benedicto XVI le nombró Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Desde 2016, tras su designación por Francisco, es el primer prefecto del Dicasterio vaticano para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. VITTORIO V. ALBERTI, filósofo, es oficial de la Santa Sede en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, encargado de temas políticos. Dirige la revista online Sintesi dialettica.