Cuando Eva Perón llegó a España por primera vez en 1947, en plena gloria y siempre rodeada de enormes multitudes convocadas por el régimen de Franco, no podía ni imaginar que su regreso a Madrid se daría muchos años después en unas circunstancias completamente distintas y penosas.
Mujer contradictoria, rompedora y provocativa, levantó amores y odios a partes iguales tanto en vida como después de muerta. Su cadáver embalsamado, sometido a todo tipo de vejaciones, deambuló durante años por sorprendentes escondites hasta que fue trasladado a Madrid. En la mansión de Puerta de Hierro en la que vivía su viudo, en el exilio junto a su nueva mujer, su cuerpo volvió a ser objeto de inauditas peripecias.