Benito José Labre, a mediados del siglo XVIII, a los veintidós años, decide ser el peregrino de Dios y, hasta su muerte, camina treinta mil quilómetros. Sus últimos seis años de vida, los pasó viviendo en la calle, en uno de los arcos del Coliseo de Roma. Nacido en el norte de Francia, es el patrón de los peregrinos, de los mendicantes, de los trotamundos, de las personas sintecho y con problemas mentales. También es el patrón de los fracasados, de las personas que necesitan una segunda oportunidad. En tanto que abogado nuestro, nos ayuda a asumir los fracasos, las debilidades, las imperfecciones e, incluso, las rarezas.Fiesta: 16 de abril