“Allí, a mi espalda, en la puerta de aquella iglesia cristiana, llena en su interior de un templo budista, se formó un corro de orientales que susurraban en su idioma. Me miraban y señalaban con el dedo, hacia el otro grupo de ciudadanos que rodeaban al recién fallecido”. La novela está narrada en primera persona –pues a juicio del autor aporta mayor credibilidad a la historia– y está escrita desde el misterioso manicomio, donde se encuentra encerrado el protagonista. Así, paralelamente a los hechos que se desarrollan en el argumento, se descubren unas anotaciones al margen en la que el narrador deja al descubierto sus pensamientos. Con estos apuntes pone en tela de juicio el cuidado médico recibido, la relación entre los pacientes con los cuidadores y la dignidad que estos seres en estado de mayor vulnerabilidad pueden llegar a padecer por parte de la sociedad o el mismo personal del psiquiátrico. La historia no permite que hasta el final de la novela, se descubra cuál es el resultado de tantos y curiosos sucedidos que vive el protagonista. El autor experimenta con un estilo de corte surrealista la explicación del teatro del mundo, donde cada uno jugamos un papel tan desconocido para nosotros mismos como único y especial para los demás. La inspiración de tipo existencialista contemporáneo, donde refleja de forma inequívoca el nihilis- mo pragmático de la sociedad y la soledad que sufre cuando el hombre solo mira por el hombre.