Quien sabe vivir la vida abriendo la puerta que se abre hacia su interior, puede vivirla en profundidad. La actitud de la apertura es un maravilloso arte de infiltración en nuestra interioridad para, desde allí, entregarnos a la vida. Cada uno, en su mismo ser persona, es esencialmente abierto. Dicho de otro modo, no hay persona sin apertura. En un primer momento, la apertura se dirige hacia la propia intimidad, pero no se queda cerrada en su interior, sino que la intimidad se trueca en búsqueda. ¿Búsqueda de qué? De aceptación. Apertura, aceptación y donación. Estos tres son los pilares en torno a los cuales gira este libro. Quien goza de verdadera apertura entiende que su verdad consiste en hacerse don, que no puede realizar su propia vida más que como disponibilidad; se sabe que está para, y que servir es constitutivo de su ser persona. De forma amena y con múltiples ejemplos, las páginas de esta obra nos ayudan a comprender que somos seres abiertos, que para caernos bien necesitamos aceptarnos a nosotros mismos y a los demás, y que únicamente así seremos capaces de darnos y vivir en plenitud.