Cuando llega el momento de despedir a una persona querida siempre nos replanteamos aunque sea de una manera inconsciente nuestra propia existencia. El dolor e incluso la angustia brotan con facilidad ante la pena por la pérdida de un ser querido. La propia noticia en sí, nos lleva a reflexionar inevitablemente sobre el sentido de nuestra vida. De Dios partimos y... A Dios volvemos.