Apuntémonos a la insensatez de Dios, a la insensatez de apostar todo por la ternura absurda y sinsentido, por lo que no es práctico ni útil. Dejemos hablar al corazón y detengamos nuestra lógica, nuestra mente, nuestra razón, que tantas malas jugadas nos hace. Precisamente porque somos corazones samaritanos no podemos olvidar nunca que “no se ve bien sino con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. El Gozo de Dios-con-nosotros impregna ya el ambiente. EL alegre aroma de un Dios que nace y es pequeño invade ya nuestros hogares... ¡Gracias Señor, por venir a nosotros! ¡Gracias porque no te cansas de inclinarte a nosotros para mostrarnos el amor que nos tienes! ¡Qué gozada tan grande! ¡Qué alegría! ¡Qué inyección de esperanza! Avancemos alegres e ilusionados hacia Aquel que ya llega, que nos ha traído la Salud verdadera.