Es importante que “nos demos cuenta del momento que vivimos”. El Adviento es el tiempo de la espera gozosa, de cambiar de vida y de aparejarnos para recibir la Luz... En la noche de nuestra vida comienza a alborear... “es hora de despertarnos del sueño” para “vestirnos de Jesucristo”. Es la hora de despojarnos de nuestras viejas vestiduras de muerte y revestirnos y aderezarnos con la belleza de la vida que late en María y ya es Carne y está a punto de llegar. La Palabra de Dios nos habla siempre, pero en este tiempo en que la Palabra se hace Carne, nos habla con mayor elocuencia que nunca, pero con una elocuencia diferente y sorprendente. En Adviento y Navidad la Palabra, más que ser escuchada, precisa ser contemplada, pues el Verbo nace sin saber hablar, para enseñarnos la ternura y la condescendencia de Dios.