Los estados totalitarios, niños terribles y demasiado precoces de la civilización de las máquinas, han intentado resolver el problema brutalmente, de un golpe. Las otras naciones ardían en deseos de imitarlos, pero su evolución hacia la dictadura se ha visto un poco ralentizada por el hecho de que, obligadas después de Múnich a entrar en guerra con el Hitlerismo y el Facismo, han tenido que hacer, les guste o no, que la idea democrática fuese el elemento principal, o más exactamente, el elemento único de su propaganda,