Es cierto que físicamente no estuve en el Calvario, el Viernes Santo, pero es verdad que yo estaba allí y que sigo estando ahí, sigo negándole. Y en concreto, en esta España nuestra del siglo XXI, seguimos quitándole, seguimos avergonzándonos de Él y borrándole de nuestra sociedad y ... ¡cuánto nos cuesta a veces confesarle! Y ¡cuánto nos cuesta dar la cara por Él... ¡Cuánto nos preocupa nuestra imagen, lo que piensen de nosotros, el concepto en que se nos tenga, la preocupación por no hacer el ridículo!... ¿Os habéis parado a pensar alguna vez que Jesús antes de encarnarse no tenía esos problemas? ¿Y que se encarnó para vivir en primera persona, en su propia carne, el absurdo, la vergüenza, el sentirse ridículo, el desprecio, la mofa, verse desfigurado, ver destrozada su imagen física y moral, porque fue tenido por loco y escarnecido de mil maneras? Y quiso tener un rostro humano para que yo le pudiera mirar a la cara, para que yo le pudiera mirar a los ojos y Él pudiera mirarme a mí; para que yo pudiera ponerle Rostro a Dios y para mirarme a la cara y que yo le pudiera mirar a Él... ¡y por mí se quedó sin cara! ¡Por mí se partió la cara literalmente! Esa expresión es muy castellana, muy española. Yo me parto la cara por quien haga falta... y ¿por Dios me la parto? ¿Dejo que me la partan?...