Transportada por gracia al ciclo de la vida trinitaria. Santa Isabel de la Trinidad vivió su bautismo a fondo, según la forma propia de su vocación carmelitana. Entre las influencias humanas recibidas domina la de san Juan de la Cruz: había asimilado los más elevados principios de su teología mística por medio de una asidua lectura del Cántico y de la Llama. La meditación de las Epístolas de san Pablo y de las obras místicas de san Juan de la Cruz, las largas horas de silencio contemplativo, han obrado ese milagro. Por encima de todo, el Verbo se ha hecho el Maestro interior de su vida; según sus propias palabras: "Lo que Él me enseña adentro es inefable" Ahí se oculta la verdadera fuente de su doctrina y de su vida. Fue la hora del triunfo supremo de la gracia en su alma, l expansión en ella de las riquezas trinitarias de su vocación bautismal. Tales fueron los grandes pensamientos doctrinales que en forma rápida encaminaron esta vida, enteramente sencilla pero fiel, hasta las más altas cumbres de la unión divina. Son las verdades más fundamentales del cristianismo, y da gusto encontrar un alma santa que se eleva hasta Dios, sin milagros, sin mortificaciones extraordinarias, pero si en la pura línea del bautismo y la obediencia perfecta a la voluntad divina a través de la sencillez de los acontecimientos cotidianos.