Con este espíritu, es necesario que pasemos siempre de la simple tolerancia al respeto y a la estima de los demás, porque se trata de descubrir y aceptar al otro en la peculiaridad de su fe y enriquecerse mutuamente con la diferencia, en una relación marcada por la benevolencia y la búsqueda de lo que podemos hacer juntos. Así entendida, la construcción de puentes entre los hombres, desde el punto de vista bajo el signo de la convivencia, de la amistad y, más aún, de la fraternidad.