Desde una historia de sufrimiento, se expone el alma desnuda, se abraza a Cristo y ve transformado su dolor en una Paz donde todo se hace belleza. Toda circunstancia de sufrimiento es como una anunciación, abre una puerta a la morada del inocente. Allí, abrazado a Cristo, te contemplas con una compasión tremenda, puedes ver al otro a través de sus ojos divinos, y el Espíritu Santo te revela quién eres, te confirma que todo es santo, que tu vida es santa, que tu historia está bien hecha.