No poseemos ningún retrato, fotografía ni datos que nos permitan describrir el verdadero rostro de Jesús. Pero, de todos modos, podemos reconstruirlo: su rostro, en efecto, está impreso, con toda nitidez, en una tela auténtica: el Evangelio.
No poseemos ningún retrato, fotografía ni datos que nos permitan describrir el verdadero rostro de Jesús. Pero, de todos modos, podemos reconstruirlo: su rostro, en efecto, está impreso, con toda nitidez, en una tela auténtica: el Evangelio.