Teresa de Lisieux sintió resonar en ella el deseo de ser santa. Y dejó que se desarrollase en su corazón hasta hacer de toda su vida una ofrenda de amor. Igual que un niño pequeño, amó con confianza. Y como un niño pequeño, se dejo amar. Nuestra santidad no puede ser una copia de la santidad de Teresa, sino la que Dios quiere realizar en nosotros contando con la libertad de nuestro amor. Lo cual no impide que el camino específico de santidad de Teresa, nos sirva de guía, de luz y de esperanza.