Este libro testimonia los albores del ideal de la unidad a través de dos escritos: uno de Chiara Lubich de 1950 y otro de Igino Giordani de los años Setenta. Dos escritos que restituyen el «fuego» de aquellos primeros tiempos: el entusiasmo, la alegría, el amor recíproco que funda comunidades vivas, a fin de que «todos sean uno» (Jn 17, 21).