Hilario dedicó los últimos años de su vida –entre 360 y 367– a componer el Tratado sobre los Salmos, su principal obra exegética: un comentario sistemático del texto sagrado del primero al último salmo, si bien hasta nosotros han llegado solo 51 piezas. Para Hilario los salmos deben interpretarse en clave cristocéntrica, con una dimensión antropológica. Todos se refieren a Cristo, quien en su Encarnación asumió la Humanidad entera con el fin de redimirla. Gracias a Él, todo hombre puede salvarse siempre que sea fiel a la ley impuesta por el Creador y elaborada en diferentes etapas: natural, mosaica, profética, cristiana. Esta última está expuesta en el evangelio y es administrada por la Iglesia. La amplitud del texto impone su división en varios volúmenes.