El papa Francisco reactiva la comprensión de la Iglesia como Pueblo de Dios con una idea de unidad expresada no por la uniformidad de la esfera sino por la imagen del poliedro, capaz de mejorar y armonizar la pluralidad. Una Iglesia inmersa en la historia, en salida, que favorece a los pobres y los rechazados, que se abre para acoger y amar a todos, sin exclusiones, que tiene una visión de la humanidad según el abrazo universal de Cristo en la cruz y reconoce que Dios está trabajando en todas partes. Una Iglesia que se esfuerza en que discernamos juntos las prioridades del viaje y en promover un estilo sinodal. Los artículos de este número de «Ekklesia» presentan de varias maneras el valor y las implicaciones de esta visión, reconociendo en la sinodalidad una indispensable concreción de la comunión. Narran los frutos pastorales –y no solo– de este enfoque, dan testimonio del papel decisivo de los laicos, hombres y mujeres, en la historia de la Iglesia e ilustran en definitiva el estilo de una Iglesia que dialoga con todos.