«La emergencia sanitaria es el reflejo de desequilibrios más amplios… Nos hemos tapado los oídos ante el grito de nuestro planeta, gravemente enfermo. …No nos hemos rebelado ante guerras e injusticias. […] Pero ahora empezamos a darnos cuenta de la crucial importancia de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral. Es el momento de amar la Casa común, de cuidarla y cuidar a los miembros más débiles de nuestra familia humana… Solo así podremos vencer los desafíos globales» (Francisco). Palabras como estas reflejan que estamos tomando conciencia de la situación en que vivimos. Vemos ideas, actuaciones y buenas prácticas que aportan luz para transformar este mundo en lo que realmente es: una casa para todos. Son respuestas que nacen en muchos casos de un principio humilde pero aplicado con pasión. También el «carisma de la unidad» puede dar su aportación. «Yo he sido creada como un don para quien está a mi lado, y quien está a mi lado ha sido creado como un don para mí», dice Chiara Lubich: una perspectiva que cambia el modo de afrontar cada circunstancia de la vida, incluida la enfermedad, la ancianidad y la muerte; cambia el modo de cuidar de los demás, de descansar, de relacionarnos con los seres vivos que nos rodean, con el planeta. El libro propone la imagen de un árbol: la copa son experiencias de personas que viven la fraternidad en su día a día; el tronco lo constituye una serie de reflexiones de tipo cultural elaboradas a partir de un diálogo entre luz y vida; las raíces son palabras de Chiara Lubich sobre la vida, la ecología, la corporeidad y la ancianidad. En un tiempo de enormes desafíos y oportunidades, «lo que es imposible si estamos aislados y divididos se hace posible en las manos de personas que eligen la unidad como principal impulso de sus vidas».