Las quince Homilías del Crisóstomo (345-407) que comentan la Carta a los filipenses escrita por san Pablo vienen precedidas de unas páginas cuyo título es el de «argumento», donde se explica el origen de los cristianos de la ciudad de Filipos, a quienes dirige san Pablo su carta. Aquí tuvieron lugar distintos acontecimientos que narra san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, y fue una de las ciudades que gozó de la estancia de san Pablo durante varios días. Los contenidos de estas homilías dan muestra del estilo directo y coloquial de que hace gala el orador antioqueno. La variedad de temas que aborda afecta a la totalidad de la vida cristiana de sus oyentes y siempre los avala con los mejores ejemplos posibles, que saca en su mayor parte de las Sagradas Escrituras. De esta manera, toda su audiencia –compuesta de personajes de la realeza, de cargos públicos y también de personas menesterosas, ancianos y niños– goza de estos ejemplos y comparaciones de todo tipo, expuestos por el que es denominado «boca de oro», y encuentra en ellas un aliciente para adentrarse y caminar con pie seguro por las veredas que llevan hasta el reino de los cielos. En el conjunto de estas homilías existen pasajes sobresalientes, como los típicos del Crisóstomo: sobre la pobreza y la riqueza, la parodia de los orgullosos, etc. Ciertamente la exégesis en general es viva y directa, porque el homilista acostumbra a relacionarse con el texto y con el mismo san Pablo, preguntándole con frecuencia de forma oratoria, pero directa, qué quiere decir. Estas Homilías se traducen por primera vez al castellano.