En sus catequesis sobre la vejez, Francisco nos da una profunda y muy hermosa lección so-bre la dignidad humana. Un discurso lleno de poesía y de ternura que, a la vez, pone el dedo en la llaga de una sociedad que ha perdido la dimensión eterna y ya no le encuentra sentido a la longevidad, con todo lo que acarrea: pérdida de eficacia, ritmo lento, nula «productivi-dad»… «¿Es cierto que la juventud encierra el sentido pleno de la vida y que la vejez repre-senta simplemente su vaciamiento y su pérdida? –se pregunta el Papa–. ¿Quizá los ancianos deben pedir perdón por su obstinación de sobrevivir a costa de los demás? ¿O quizá se los puede honrar por los dones que aportan al sentido de la vida de todos?». De la mano de ancianos eminentes del Antiguo y del Nuevo Testamento, Francisco muestra la vejez como una bendición para todas las edades, habla del «magisterio de la fragilidad». Y es precioso su discurso sobre el final de la vida: la despedida, la espera del encuentro, la vida sin fin después de largos años de «iniciación» en esta tierra. Unas meditaciones para leer despacio, interiorizarlas y llenar de sabiduría nuestra vida.