En una sociedad cada vez más materialista, para muchos la alegría se ha convertido en sinónimo del disfrute y el placer personales. No obstante, la alegría intensa y perdurable a la que aspiramos es muy distinta: aquella que nada nos podrá arrebatar y a la que las circunstancias -sean cuales sean- no podrán poner trabas. Con palabras sencillas y concretas, sor María Leticia nos ofrece la experiencia de la verdadera alegría, fruto del Espíritu Santo, y nos proporciona algunas claves esenciales para salvar los obstáculos capaces de ponerle freno.