Todo ser humano nace prematuramente, es decir, llega al mundo débil y necesita ayuda para crecer. La educación consiste en dar esa ayuda, por medio de la orientación, de manera que cada persona novedosa única e irrepetible, llamada a aportar a los demás, logre dilucidar quién es y quién está llamado a ser, de cara a su Creador. Los llamados a impartir esta ayuda son los padres: primeros y principales educadores de sus hijos. Esto es así porque la tarea de los padres no culmina con el nacimiento de sus hijos, sino que continúa con la crianza y educación de estos. Los padres, que como fruto de su amor mutuo dan la vida al hijo, son los encargados fomentando vivamente ese amor de ayudarlo a crecer. El rol del padre y la madre en la educación es distinta pero complementaria. El padre enseña a jugar, a saber ganar según unas reglas y a saber perder con serenidad. La madre es el regazo, la acogida. La primera clave de la educación infantil estriba en la educación de los sentimientos, la afectividad. Posteriormente viene la educación de la imaginación, base imprescindible para la educación de la inteligencia y de la voluntad. Luego aparece la educación en el respeto a la verdad y la ayuda para adquirir las virtudes morales. Finalmente, encontramos la orientación hacia el Creador. Cabe aclarar, que estos pasos educativos no son compartimentos estancos o cerrados, sino que como todo en el hombre se van dando armónicamente. El lector está frente a unas observaciones educativas tan sencillas como profundas, bien fundamentadas y de gran alcance, llevado de la mano de un pensador profundo que se muestra aquí sumamente asequible. Este libro ayudará a todo educador tanto padres como profesores a detenerse un momento para pensar en la educación.