Francisco Bolinches logra en este poemario una sugerente combinación imagen-palabra con el fin de explorar la representación artística de la realidad. No pretenda el lector romper la díada pintura-poesía: lo que calla la imagen lo revela el verbo. En cada unidad de significado imagen-palabra se experimenta con la fuerza expresiva de los colores, el trazo, el verso, la prosa, el símbolo, la reflexión filosófica-poética... Hay un profundo clamor en esta pequeña obra que sintetiza lo que podríamos llamar «el sufrimiento de los inocentes». Cada poema, cada cuadro, cada dibujo, cada esbozo es una ventana a una situación existencial que provoca estupor. Y en ello hay un gran logro del autor, porque nos ha podido transmitir lo inconmensurable. Y no solo lo trágico se representa, también la ternura y la belleza. En esta obra, Bolinches hurga en su <recuerdo desvanecido>> en ciertos «momentos vitales»; nuestro corazón, con-movido, se lo agradece.