Educar es cultivar, ejercitar, desarrollar, robustecer y aquilatar todas las facultades físicas, intelectuales, morales y religiosas, que constituyen en el niño la naturaleza y la dignidad humanas; dar a estas facultades su perfecta integridad, establecerlas en el pleno ejercicio de sus energías y de sus operaciones.
La educación, por cualquier lado que se la mire, es esencialmente acción, y acción creadora; el maestro y el alumno, ambos a dos, tienen aquí parte esencial: el maestro, con su autoridad y su sacrificio; el alumno, con su docilidad y respeto.
Mons. F.A. Dupanloup – Introducción de El Niño