En un mundo que parece haber perdido su corazón, el papa Francisco ha querido dedicar su cuarta encíclica al amor humano y divino del Corazón de Jesucristo. En ella nos invita a renovar su auténtica devoción para que no olvidemos el amor de Cristo, que nos alienta a tejer lazos fraternos, a reconocer la dignidad de todo ser humano y a cuidar nuestra casa común. Nos propone recuperar la ternura de la fe, la alegría de ponerse al servicio y el fervor de la misión, porque el Corazón de Jesús nos impulsa a amar, y en la contemplación de su Corazón entregado somos consolados y nuestro corazón se abre a la confianza plena, la gratitud, la ternura y la paz como reflejo de su amor.