Pocas realidades son tan familiares a los seres humanos como el tiempo, pero pocas tan difíciles de definir y entender. Si uno se aproxima desde la ciencia, el método para comprender el tiempo es medirlo espacialmente con vistas a formular una teoría universal que integre la multiplicidad de tiempos. Si el acercamiento se hace desde la filosofía, el tiempo real es el que cada persona vive interiormente, de modo
que su duración queda destruida cuando se intenta medirlo.
Así pues, ciencia y filosofía están llamadas a complementarse. Su ineludible diálogo tuvo un momento privilegiado en 1922, cuando Einstein presentó su novedosa teoría de la relatividad en la Sociedad de filosofía de París y Bergson respondió desde la metafísica.