Entender el abrazo de Dios nos permite caminar hacia una encarnación total de la fe. ¡Basta de
separar! ¡Basta de tener que elegir entre el mundo o Dios! ¡El cristiano no tiene que elegir, sino que
plenificar! Cuando el cristiano abraza el mundo, lo plenifica. ¿No estamos viviendo la transfiguración
de todo lo creado al abrazarlo?
Queremos ser del mundo, muy del mundo; gozarnos en la bondad y belleza de esta realidad que
Dios ha creado y ama. Queremos ser del Espíritu, totalmente empapados por él. Queremos vivir
continuamente haciendo lo que hagamos con toda el alma. Dios está haciendo ya, en nuestros días,
en nuestras casas, en nuestro mundo, el cielo nuevo y la tierra nueva. El Reino de los Cielos ya está
aquí. ¡La revolución está en marcha!