Durante la Antigüedad tardía, el culto a los santos y a sus reliquias se convirtió en un elemento clave de la identidad occidental, pero también en una ventana desde la que asomarse a la sociedad y a las creencias dominantes.
Peter Brown nos invita a percibir los anhelos, las certezas y la gran valoración de los santos, invisibles compañeros cuya presencia sentían vívidamente los cristianos en general.
La lectura de estas páginas cuestiona en su raíz el «modelo de los dos niveles», según el cual las prácticas religiosas de las élites cultivadas poco tenían que ver con las «supersticiones» de las masas populares. Por el contrario, el culto a los santos afectó por igual a todas las clases; más aún, fue el motor que favoreció el desarrollo de la fe y que configuró una sociedad nueva, inicio de la Edad Media.