Rafael Alvira reflexiona sobre la democracia como el fruto del compromiso ciudadano con el bien común. Un análisis filosófico y político que desentraña los desafíos éticos, sociales y espirituales de nuestra época.
Más allá de un régimen político, la democracia consiste en la vitalidad de la “sociedad civil”, que exige superar el individualismo. Alvira reivindica la libertad del ciudadano, entendida como responsabilidad y capacidad de acción respecto a lo común.
La democracia es vitalidad y pujanza de la sociedad civil, y exige personas “nobles”, no individualistas, que antepongan el servicio al propio interés. La verdadera democracia no excluye toda aristocracia.
Más bien al contrario: la necesita. El empresario, entre otros, forma parte de ese núcleo humano, y su empresa es, como tal, una institución social.
Conforma lo social. Para que la democracia engendre libertad y no solo independencia privada, necesita
reinventar su aristocracia: personas que resistan al poder supremo compartiendo con él la responsabilidad por el bien común...