Quien descarta de sus labios la palabra «Dios», ¿no pierde un universo de sentido y de esperanza? Y siendo coherentes, ¿no debería hacer lo mismo con otras palabras sagradas como amor y libertad, piedad y justicia, amistad, gratitud y esperanza? Por otra parte, quien se esfuerza por pensar la realidad de Dios sin fe es como el que intenta percibir la belleza de un rostro, de un paisaje o de una obra de arte cerrando los ojos, o gozar de una pieza musical tapándose los oídos. Sin fe se pueden allegar infinidad de materiales para comenzar a pensar a Dios o para inventariar los signos de su revelación en la historia. Pero la verdad humana decisiva sólo se alcanza por medio de la empatía, la con-naturalidad y, en último término, la fe personal. La inteligencia del hombre y la revelación de Dios convergen en la historia de manera concreta, privilegiada y única en la humanidad del Hijo encarnado, Jesucristo. Es en esta comunión de naturaleza sin confusión y de solidaridad de destino sin anulación de la autonomía humana donde se descubre el camino cierto por el que Dios ha llegado al hombre y por el que el hombre puede llegar a Dios. Olegario González de Cardedal ha sido profesor de Teología en la Universidad Pontifica de Salamanca. Es miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.