Jesús de Nazaret constituye el centro de la historia de la salvación, que es lo mismo que decir de toda la historia. En él se aúna toda la espera anhelante del pueblo de Israel, que en un proceso ininterrumpido va dejando a un lado líneas posibles de salvación, para concentrarse en aquella que, a través de la tribu de Judá y la familia de David, lleva hasta «el Hijo».
Toda la balbuciente espera de la humanidad anterior o externa al pueblo elegido halla su realización en Jesús de Nazaret, que continúa vivo, presente, actual, y es también hoy la fuente de la salvación.
Si todo en Israel miraba hacia Cristo, todo en la Iglesia, nuevo Israel, mira a él en lo que era, en lo que es, en lo que será cuando regrese.