Los avances científicos invitan a pensar que el cosmos es tan solo una gran máquina autónoma ajena a cualquier tipo de designio divino, y por eso, cada vez que la ciencia realiza un descubrimiento relevante nos queda la sensación de que se está estrechando el espacio necesario para creer en Dios. Ante ello, tenemos varias opciones. Podemos hacer oídos sordos y reafirmarnos en nuestra apuesta por Dios, podemos cambiar su signo y apostar por todo lo contrario, podemos soslayar la cuestión y resignar¬nos a sobrenadar la vida sin zambullirnos de lleno en ella... o podemos coger el toro por los cuernos y tratar de entender por nosotros mismos hasta qué punto el avance de la ciencia puede suponer un obstáculo para nuestra fe.