“Es bueno que existas”. “Estás bien hecho”. “Eres un don”. “Tu vocación es el amor”.
“Dios sana”. “Él hace nuevas todas las cosas”. “El amor vence siempre” ... Estas son algunas de las verdades que más repetimos en los cursos de Teología del cuerpo. Desde hace años somos testigos de cómo resuenan profundamente en los
corazones de quienes las escuchan y los llenan de alegría y esperanza. Una de las reacciones más frecuentes entre ellos, es decir: “¿Por qué no me lo han dicho antes?”. “¿Por qué siempre me he sentido insuficiente?”. “¿Por qué el amor me
produce miedo?”. “¿Por qué la formación que recibí en mi familia y en la Iglesia relativa al amor y la sexualidad tenía -en muchos casos- un enfoque negativo, normativo y anticuado?”.