Los dirigentes y futuros dirigentes deben ser conscientes de la necesidad de una ética en la ciudad. Pero ¿cómo puede combinarse armónicamente esta necesidad con la preocupación por un ambiente social de libertad individual y búsqueda de la felicidad? Muchos piensan que existe una contradicción. Sin embargo, hay más una tensión que una contradicción. La educación cívica es inseparable de la educación moral. En efecto, ¿cómo podría una ciudad libre resistir, sin ejército, a una amenaza totalitaria? Pero ¿cómo se podrían confiar las armas de una ciudad libre, sin peligros externos o internos, a ciudadanos que no tengan valores suficientemente sólidos? Y ¿cómo tener tales soldados si la ciudad no vive suficientemente unos valores sin los que no puede haber soldados de valor? En consecuencia, sin hacer el esfuerzo de vivir una ética suficiente, ¿cómo podrá permanecer libre una ciudad libre?