Estas dos obras exegéticas, traducidas por primera vez al castellano, son consideradas por muchos especialistas como una unidad. Ambos tratados son obras de madurez, pues aparecieron en su forma definitiva en torno al año 390: es decir, hacia el final del episcopado del obispo milanés. Isaac o el alma se caracteriza por estar montado sobre el libro del Cantar de los cantares, siguiendo el comentario de Orígenes, y dando al alma el papel de la esposa y a Cristo el del esposo. El bien de la muerte, a su vez, demuestra que la muerte es un bien para el alma inmortal, porque a través de ella se libera de la cárcel del cuerpo y sale al encuentro definitivo con el Verbo. Esta segunda obra revela una presencia masiva del platonismo y el neoplatonismo de Plotino como soporte filosófico de la argumentación. Contiene, asimismo, una exposición de la actitud del autor ante el misterio de la llamada escatología intermedia, basada en el libro IV de Esdras, actualmente tenido generalmente por apócrifo.