En el habla cotidiana, el término caridad, además de asociarse con la religión cristiana (siendo una de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad), se concibe como aportación de limosna o ayuda entregada a la persona necesitada (pobreza material). Sin embargo, Kierkegaard y, realmente podríamos decir, el cristianismo, van más allá de la mera aportación material en relación con la miseria en la que consiste la pobreza. La clave de este punto estaría en que, como hemos dicho en el comienzo del presente apartado, toda virtud teologal y todo contenido de la fe cristiana ha de reposar y reposa en el amor. No toda "acción caritativa", ayuda o dispensación de limosna al pobre tiene por qué darse por hecho que esté derivada de la ley fundamental, que es la de amar al prójimo.