En Navidad, la Palabra es un niño que no sabe hablar.
El Eterno es un recién nacido, apenas el amanecer de una vida. Un recién nacido no puede tener miedo: confía, vive solo si alguien le ama y cuida de él. Como todo recién nacido, Jesús vivirá solo porque es amado. Dios viene como mendigo de amor.
Y aquí reside el prodigo más grande: Dios de carne. Palabra revolucionaria: lo impensable de Dios, el vértigo de la historia.