Celebrar los cumpleaños es algo más místico de lo que pudiera pensarse. Chesterton reprochaba a Bernard Shaw que este último no lo celebrara nunca. Ir tan en contra del instinto popular derivaba de una actitud poco natural y propia de una filosofía pasada de rosca, que ha dejado de atender a los datos de la realidad que nos rodea. Los cumpleaños nos recuerdan que estamos vivos y que podíamos no estarlo; que celebramos «algo», cuando, en lugar de «algo», podría haber «nada». Y esto es, en sí, lo místico, lo misterioso, lo prodigioso. El mundo que nos rodea, el cosmos, y las cosas más pequeñas como el césped o la cerveza son cosa mística, como diría Chesterton. Este libro surge, precisamente, para conmemorar los años. Ciento cincuenta años del nacimiento de G. K. Chesterton. Y conmemoramos su cumpleaños porque su pensamiento está muy vivo.