El abuso sucede. Somos seres humanos y, como tales, nunca podremos acabar absolutamente con todos los tipos de abuso. ¡Nunca! El mal existe. El mal está entre nosotros mismos y en nuestras relaciones. Nosotros no estamos preparados para acabar con el mal en sí. En ese sentido, la gente comprende que haya abusos y que podrían perdonar. Pero resulta más difícil perdonar cuando, aun sabiendo que el mal existe, no fomentamos una actitud y lucha contra el abuso. Y encontramos en muchos sectores de la Iglesia una resistencia para admitir el mal que ha sucedido dentro de la Iglesia de manos de personas consagradas.