La presente obra nace de una reflexión sobre la visión antropológica de Edith Stein: para ella, la persona humana es un ser espiritual y libre, puesto que es capaz de relacionarse con su entorno en todo momento, por medio de un binomio de entrega y acogida (empatía).

Para Stein, la felicidad del ser humano está profundamente vinculada al grado de descubrimiento de su vocación personal, de la realización de su proyecto vital. Dicho descubrimiento, más que un momento en el camino de búsqueda, es un proceso en que se progresa y que se va completando a lo largo de toda la vida.

En esta línea, presentamos cómo ella descubre que la fuente del sentido, que ella tanto añoraba, se encuentra en la apertura a una relación vital con Dios; pero no de forma solitaria, sino en comunión, en medio de la vida, compartida y atravesada por otros que irrumpen en el camino. Por ello, hemos interpretado el «Amor» como único digno de fe, único capaz de saciar los anhelos más profundos de infinitud.