La rebeldía no se confunde con el «pataleo», con la indocilidad arbitraria o caprichosa ni con el infantilismo que lleva la contraria por sistema. No. La rebeldía que se postula en este libro defiende, que, por un bien superior, se está dispuesto a sacrificar las conveniencias personales.
Uno se opone a formar parte pacíficamente de un mundo que le parece injusto. No acepta convencionalismos sociales que percibe como falsos, ineducados o hipócritas.
De la misma forma que alguien sano retira la mano cuando entra en contacto con el fuego, el joven se rebela cuando entra en contacto con lo imperfecto. Busca perfeccionar la realidad.
Formar una personalidad joven exige no ahogar la rebeldía, por incómodo que pueda resultar.