El campo de concentración de Dachau, pocos kilómetros al sur de Múnich, es, por muy diversos motivos, uno de los símbolos de la barbarie nazi, de la deshumanización que esconden ciertas ideologías y del horror al que pueden llegar cuando se divinizan realidades como el Estado, la raza, el pueblo o el partido.
Dachau tiene un significado muy especial para los creyentes, ya que por allí pasaron cientos de sacerdotes y religiosos, más de 2700 (entre los que se encontraban dos obispos: el polaco monseñor Kozal y el francés monseñor Piguet).
Muerto en Dachau en julio de 1942, Tito Brandsma, carmelita holandés, sacerdote, periodista, profesor de la Universidad de Nimega, traductor, esperantista, pionero del ecumenismo y un largo etcétera de actividades fue realmente un hombre polifacético
y muy popular en los Países Bajos en el período de entreguerras. Brandsma ha sido canonizado recientemente por el papa Francisco (el 15 de mayo de 2022), por lo que su fi gura ha adquirido un cierto relieve en ambientes eclesiales. Su vida servirá de hilo narrativo para descubrir el martirio de cientos de religiosos que fueron asesinados en este campo.