El 10 de diciembre de 1959, Severo Ochoa recibía el Premio Nobel de Fisiología o Medicina, compartido con quien había sido discípulo suyo, Arthur Kornberg, «por sus descubrimientos de los mecanismos en la síntesis biológica del ácido ribonucleico y ácido desoxirribonucleico». Sesenta y cinco años después de aquel acontecimiento, este libro quiere rendir homenaje a quien honró tanto a la ciencia universal como al país en el que había nacido y se había educado, aunque lo abandonase por la triste historia española. No pretende este libro recuperar, ni siquiera de manera medianamente completa, la compleja vida, con frecuencia itinerante, y obra de Severo Ochoa. Lo que pretende ofrecer es una caleidoscópica visión de un hombre que dedicó sus mejores energías a la investigación científica.